septiembre 28, 2007

Viejos amigos

Una de las cosas buenas que tiene publicar es que, de repente, en tu vida, reaparece una amiga o un amigo al que hace años que no ves. Ha visto la novela en la librería, o ha leído una entrevista (aquí he de señalar que el alcance de La contra es realmente increíble)... Gracias a Un hombre de pago he retomado el contacto con personas a las que en su momento me sentí cercana y de las que el tiempo me separó.

Los reencuentros adoptan formatos distintos: desde un almuerzo familiar a una llamada de teléfono o, como fue el caso el pasado miércoles, una cita en el bar del Hotel Majestic, por aquello de hacer honor a los escenarios de la novela. Allí me encontré con un amigo y compañero de trabajo al que no veía desde hace quince años, que llegó muy elegante, con su ejemplar bajo el brazo como si fuera el clavel en el ojal.

Por mi parte, la progresión mental y emocional siempre se articula en un collar de interrogantes: ¿cómo será esa persona hoy? ¿cómo cree esa persona que soy yo hoy? ¿qué le habrá pasado en todo este tiempo? Sobre estas preguntas se cierne la duda de si es posible reanudar, aunque sea de modo transitorio, la conversación que en un momento mantuvimos.

Quizás mis estadísticas no sean significativas pero puedo afirmar que, en el 100% de los casos, es posible atisbar desde el cariño un pasado que igual es ya remoto y alegrarse porque los dos estemos vivos y estemos bien.