Una vez al año y desde hace cuatro, mi amiga Esther y yo nos escapamos de fin de semana de chicas. El objetivo es siempre el mismo: descansar, tomar el sol, leer, ponernos al día sobre las vidas respectivas.
El pasado fin de semana nos fuimos a La Malcontenta, un hotel encantador, perdido en el Ampurdán, tranquilo y con una piscina bárbara.
Allí estabamos, con nuestros albornoces cortesía del hotel, tumbadas junto a la piscina, leyendo y bebiendo Martinis, cuando desembarcaron veinte -digo bien: veinte- ejecutivos europeos. Su empresa celebraba la convención de ventas anual en el hotel.
La buena educación imperante por parte de unas y otros no ocultaba el desconcierto por parte de los ejecutivos testosterónicos: ¿qué hacíamos allí, dos chicas solas? Las relaciones de amistad entre mujeres se prestan al malentenido, a la confusión y, en el mejor de los casos, al interrogante. Sobre el tema estoy escribiendo ahora, precisamente.
Al final, sin embargo, pudieron más los modales que la curiosidad y unas y otros manutivimos el tipo y la aparente indiferencia hasta el momento triste del check-out.
septiembre 18, 2007
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3 comentarios:
<...unas y otros manutivimos el tipo y la aparente indiferencia hasta el momento triste del check-out.>
¿Y qué pasó después del check out: perdisteis la compostura?
No, querido: nos fuimos a casa 8cada una a la suya, that is).
Ah!
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