septiembre 18, 2007

Dos chicas solas

Una vez al año y desde hace cuatro, mi amiga Esther y yo nos escapamos de fin de semana de chicas. El objetivo es siempre el mismo: descansar, tomar el sol, leer, ponernos al día sobre las vidas respectivas.

El pasado fin de semana nos fuimos a La Malcontenta, un hotel encantador, perdido en el Ampurdán, tranquilo y con una piscina bárbara.

Allí estabamos, con nuestros albornoces cortesía del hotel, tumbadas junto a la piscina, leyendo y bebiendo Martinis, cuando desembarcaron veinte -digo bien: veinte- ejecutivos europeos. Su empresa celebraba la convención de ventas anual en el hotel.

La buena educación imperante por parte de unas y otros no ocultaba el desconcierto por parte de los ejecutivos testosterónicos: ¿qué hacíamos allí, dos chicas solas? Las relaciones de amistad entre mujeres se prestan al malentenido, a la confusión y, en el mejor de los casos, al interrogante. Sobre el tema estoy escribiendo ahora, precisamente.

Al final, sin embargo, pudieron más los modales que la curiosidad y unas y otros manutivimos el tipo y la aparente indiferencia hasta el momento triste del check-out.

3 comentarios:

Alfred Goula dijo...

<...unas y otros manutivimos el tipo y la aparente indiferencia hasta el momento triste del check-out.>

¿Y qué pasó después del check out: perdisteis la compostura?

Unknown dijo...

No, querido: nos fuimos a casa 8cada una a la suya, that is).

Alfred Goula dijo...

Ah!