El evento esta organizado de forma conjunta por un grupo de jóvenes agentes literarios (en esta ocasión, los anfitriones fueron un poco más visibles: se identificaban por una pieza de ropa de color verde).
El bar del CCCB empezó a llenarse sobre la medianoche. A los agentes se unieron editores, autores, periodistas e incluso un actor de la serie Aída que desencadenó todo tipo de especulaciones: "¿habrá escrito un libro?" "¿será un mediático?".
Entre copas y dancings coincidí con amigos, profesionales conocidos y otros a quienes me gustaría conocer. El ambiente, de lo más cordial: los autores cuentan en la feria según les va ( a todos nos va bien), las editoras rivales comparten confidencias y todos, todos hablamos de la última novela de Carlos Ruiz Zafón y de su impresionante lanzamiento. Este coleccionista de dragones será sin duda el protagonista de una fiesta que tiene precisamente al dragón como icono oficial.
A las dos, como Cenicienta tardía, tomé un taxi que me devolviera a mi palacio-piso. El conductor me miraba por el retrovisor y yo miraba, distraída, por la ventana. No intercambiamos palabra. Al final, el silencio se rompió por donde menos lo pensaba. En el momento de darme el cambio el conductor volvió a mirarme y me dijo, tal cual: "Miré, le regalo esto. Así Usted va ya protegida. Buenas noches". Y con las mismas me puso en la mano una estampa de la Virgen de los Gitanos.
De pura sorpresa no acerté a reaccionar.
Le di las gracias y bajé del taxi con la estampa en la mano. Caminando calle arriba, hacia el portal del palacio-piso, pensé que quizás esa estampa fuera un amuleto contra los dragones que, en esta fecha sonada, sacan fuego por las fauces desde las páginas de novelas, las historias de leyendas, desde algunas calles y algunas fiestas de mi ciudad.
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