Ayer cené con un grupo de libreros en Barcelona. Estaba muy contenta porque muchos habían recibido ya los ejemplares de la nueva edición de la novela. Y más contenta me puse cuando las señoras de la librería Carbó de Granollers me contaron la historia que ahora te cuento.
Un hombre de pago les llegó ayer mismo a la tienda. Una de las libreras se lleva un ejemplar a la hora de comer, para echarle un vistazo antes de la presentación. Al volver a la tienda, deja su ejemplar en el mostrador.
Al rato entra una mujer en la librería. Al ir a pagar, ve la novela sobre el mostrador y la coge sin más. Le explican que ese ejemplar no está a la venta. De hecho, no han tenido tiempo todavía de dar de alta el libro en su base de datos. La mujer insiste: buscan otro ejemplar, se lo venden. Empiezan a charlar.Le explican que van a cenar conmigo. La mujer les dice que me conoce y que me den recuerdos.
Así es la vida: esa mujer que ayer compró el libro cuando aún no había salido de la caja es una de las lectoras que me acompañó a Kosmpolis. No sé si contará esta historia en su blog y desvelará su nombre, pero yo desde aquí se lo agradezco y me admiro de la convergencia entre presencialidad y red ¡Qué grande! (o, en palabras de mi madre, "[es por algo que] Dios hace las cosas").
noviembre 10, 2006
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2 comentarios:
Neus, causalidad o casualidad?
Estas pequeñas cosas hacen la vida mucho más apasionate de lo que la vivimos habitualmente, n'est pas?
Mati: Bon voyage!
JB: Mais oui!
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