febrero 18, 2008

¡En guardia!

Ayer se celebró en Barcelona la Copa del mundo de Esgrima, modalidad espada femenina. Allí que me fui, a recordar mi pasado esgrimístico. Sí, porque todos tenemos un pasado y en el mío se encuentran algunos años dedicados a la esgrima, como espadista.

Que la esgrima es un deporte minoritario es indudable. Y la esgrima femenina, más. La prueba de ayer era puntuable para los Juegos de Pekín, las participantes tenían un palmarés que brillaba más que el sol y, aún así, el número de espectadores fue modesto.

Me pregunto por qué las mujeres no estamos por la espada. Como cualquier deporte, la esgrima requiere una cierta forma física, pero nada del otro mundo (que me lo digan a mí, que empecé de mayor). Lo que sí puntua es la disciplina: los movimientos deben "salir solos" y para eso hay que repetirlos una y otra vez (todavía recuerdo los entrenamientos consistentes en repetir doscientas veces seguidas una determinada parada). Además de la técnica adquirida por repetición, el tirador necesita una capacidad de concentración a prueba de bomba (hay quien dice que la esgrima es como el ajedrez, pero con piernas) Y, finalmente, hay que tener espíritu competitivo. Ahí sí se me daba bien la cosa: salir a ganar. Y aprender a perder, claro.

Ninguno de estos requisitos es insalvable. Es cierto que determinadas complexiones son mejores, pero no es imprescindible una determinada estatura, o una extraordinaria fuerza física. Y, aún así, mujeres, poquísimas. Me pregunto por qué. Se me ocurren dos respuestas posibles. Por un lado, la competitividad: salir a tocar y exponerte a que te toquen requiere un cierto arrojo. Los tocados son indoloros (la punta de la espada es roma y, además, el equipo te protege), pero al principio cuestan. Cuesta olvidarse de todos esos años en que una escuchó "no pegarás" y salir, precisamente, a dar.

Por otro está el físico. Las tiradoras, incluídas las de élite, no tienen cuerpazos espectaculares. Las pantorrillas suelen desarrollarse mucho, pero antropomórficamente el cuerpo no se moldea como en el caso de una velocista o una nadadora. Así que, de cara a lucir tipo, no es el deporte ideal. Además, el equipo es poco favorecedor. Hombres y mujeres no se distinguen salvo por el peto que ellas llevan puesto bajo la casaca, un sujetador de plástico rígido que te hace parecer una maniquí tetuda del Zara.

Una cosa sí puedo asegurar: quien prueba, repite. Después de ver ayer a las espadistas italianas, húngaras, alemanas (los países de referencia) y chinas (la cantera emergente: ganó precisamente Zhong), he decidido empezar la fisio, recuperarme de los dos esguinces que me apartaron de la pista y, en cuanto sea posible, volver a ponerme en guardia.




2 comentarios:

Alfred Goula dijo...

En Garde!

Unknown dijo...

Prêts?

Allez!