Los diarios europeos en masse se hacen eco de la tragedia vivida por la empresaria alemana Susanne Klatten, a quien su amante, un gigoló suizo, extorsionaba junto a un oscuro cómplice.
Lo de tragedia es mío. Porque me lo parece. Sussanne Klatten no sólo es multimillonaria (posee el 12,5% de las acciones de BMW). Para empezar, es guapa. Además, me da que es concienzuda (entró en la empresa familiar como becaria). Y además, discreta como sólo puede serlo alguien que, a los dieciseis años, escapa por los pelos de un secuestro. Una vivencia así te debe dejar secuelas: seguro que desde entonces para la protagonista de este folletín en negro la confianza debe haber sido el valor más preciado.
Y su amante de pago la ha traicionado. El gigoló acusado afirma ahora que no le motivaba el dinero (fácil de decir cuando ya le había sacado la friolera de 7,5 millones de euros) sino el ansia de venganza. El abuelo de la víctima y fundador de la empresa familiar fue un colaboracionista nazi y el padre del gigoló, un judío polaco obligado a trabajar en ella en condiciones de esclavitud.
Klatten ha tenido la valentía de denunciar la extorsión. Quiero pensar que es valentía y no desesperación. En cualquier caso, el precio que paga es altísimo, con su intimidad expuesta. La heredera discreta aparece como una mujer insatisfecha, crédula hasta el enamoramiento, como una pobre niña rica. El sentimiento de traición y la letra escarlata que llevará aunque no quiera son el precio real que ha pagado por su amante.
noviembre 04, 2008
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