Ayer quedé con mi amigo Miquel en el bar del Hotel Majestic. El lugar es un escenario clave en Un hombre de pago, porque allí se dan cita Rosa (la clienta) e Iván (el gigoló).
Serían las ocho de la tarde. La mayoría de los clientes hacía negocios frente a un gin tonic. Casi todos eran participantes del megacongreso 3GSM de telefonía móvil que nos anima estos días, todos debidamente identificados con sus credenciales al cuello.
Junto a nuestra mesa el filósofo Rafael Argullol leía el periódico (me parecío una hora un poco tardía para ponerse al día, pero es opinable, lo sé). A mi amigo Miquel, que también es filósofo, le hizo gracia la coincidencia.
Había pocas mujeres, parejas de amigas, todas rubias, cuchicheando y comiendo almendras saladas. ¿Espararía alguien a alguien?
Congresistas, pensadores y ni un solo hombre de pago.
febrero 15, 2006
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Carlos,
¿qué puedo decir, vecino? Eres GRANDE. La lucidez es el primer paso hacia la salvación, así que vas por buen camino, aunque no te depiles.
NB: El segundo paso es que hables del libro con tus 80.000 mejores amigas.
Un beso.
me gusto mucho el post, continua y no desmayes
Runroom, los hombres siempre estamos bajo el punto de mira de las mujeres. Como dices, nos exigen mucho en el amor.
Lo que no veo por ninguna parte, y me duele, son hombres exigiendo a las mujeres lo mismo. Yo lo hago. Soy tremendamente crítico con una mujer en la cama, de buen rollo, pero crítico. La mayoría de mujeres NO sabe hacer el amor, no tienen ni idea. Exigen mucho, pero no saben dar, no tienen imaginación, son torpes... Y luego se quejan.
Publicar un comentario