He descubierto un nuevo indicador personal para medir la gravedad de la crisis. Quizás no sea estadísticamente significativo, pero me llama la atención.
Me explico. Desde que publiqué Un hombre de pago, hace ya casi tres años, he ido recibiendo mensajes esporádicos de lectores que querían trabajar como gigolós y no sabían a dónde dirigirse. Yo tampoco lo sé: sólo soy escritora. De ficción.
Recientemente el número de mensajes de este tipo ha aumentado. Imagino que con los tiempos que corren algunos hombres piensen en todas las opciones posibles para salir adelante.
No voy a juzgar si ésta es o no una alternativa profesional válida. La decisión corresponde a quien se lo plantea. Sí voy a insistir, una vez más, en que no dispongo de ninguna información útil. Iván, el gigoló de Un hombre de pago, no es una persona: es un personaje. No existe en la vida real. De verdad. Así que no puedo dar pistas a quien las busca.
septiembre 01, 2009
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